cerrando los ojos puede ver mejor aquel paisaje hecho desde sonidos familiarmente desapercibidos ahora redescubiertos como lugares que al amplificarse respiran durando más de lo que suelen y entonces es fácil acompañarlos incluso hasta el momento en que se posan.
allá el lugar de un trapo que doblándose suavemente apenas suena y suena bellísimo y se queda cercano. acá la naturaleza temblorosa de un vestido de tallarines colgante subrayada por su sombra que se va hasta la pared rozándola emitiendo un delicado silencio.
le viene a la memoria mucho de lo que no escuchó, lo que aconteció en voz baja o sin voz. y aquella cañería que sonaba al mejor jazz y un tren de Roma el de las siete cuarentaycinco que se fundía con el primer café, y el mar que aguarda dentro de una caracola pero también dentro de un brick de leche y en el hueco de su mano.
quiere quedarse un tiempo viajando así. quiere hacer una lista de sonidos desencadenados y procurándose silencio alrededor acercar mucho la oreja al papel, redescubrir ese lugar mientras los trazos y proseguir durmiendo.