martes, 17 de abril de 2012

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cerrando los ojos puede ver mejor aquel paisaje hecho desde sonidos familiarmente desapercibidos ahora redescubiertos como lugares que al amplificarse respiran durando más de lo que suelen y entonces es fácil acompañarlos incluso hasta el momento en que se posan. 
allá el  lugar de un trapo que doblándose suavemente apenas suena y suena bellísimo y se queda cercano. acá la naturaleza temblorosa de un vestido de tallarines colgante subrayada por su sombra que se va hasta la pared rozándola emitiendo un delicado silencio.

le viene a la memoria mucho de lo que no escuchó, lo que aconteció en voz baja o sin voz. y aquella cañería que sonaba al mejor jazz y un tren de Roma el de las siete cuarentaycinco que se fundía con el primer café, y el mar que aguarda dentro de una caracola pero también dentro de un brick de leche y en el hueco de  su mano.
 quiere quedarse un tiempo viajando así. quiere  hacer una lista de  sonidos desencadenados y procurándose silencio alrededor acercar mucho la oreja al papel, redescubrir ese lugar mientras los trazos y proseguir durmiendo.